El mito de las hormonas en la carne de pollo

20
Mar

El mito de las hormonas en la carne de pollo

¿A los pollos se les administran hormonas para que crezcan más rápido?

Los pollos no reciben hormonas ni anabólicos para su crecimiento. El pollo seleccionado genéticamente es la suma de cruzamientos mediante los cuales se ha logrado un animal que presenta durante todo su corto periodo de crianza una extraordinaria capacidad de crecimiento. Debido a la edad a la que se faenan los pollos (45 días de vida en promedio) es fisiológicamente imposible que tengan respuesta a la aplicación de hormonas. El sistema que regula la velocidad de crecimiento de los pollos en esta etapa biológica se encuentra naturalmente funcionando a su máximo potencial, por lo que resulta impracticable estimularlo para que trabaje aún más.
Asimismo, el SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria), organismo responsable del control de la seguridad de los alimentos, cuenta con numerosas herramientas para asegurar la calidad e inocuidad de las aves para consumo, entre las cuales se encuentra el Plan Nacional de Control de Residuos e Higiene en Alimentos (Plan CREHA). SENASA, en su sitio oficial declara que “las aves para consumo nunca reciben sustancias hormonales de ningún tipo, por lo tanto, es una equivocada creencia que carece de respaldo científico”.
Para más información sobre este mito recomendamos leer el documento de revisión “Hormonas exógenas en carne de pollo, creencias populares y evidencias científicas con relación a la crianza de aves de corral”. Ver documento

¡La evidencia es contundente y apoya la premisa de que la carne de pollo es un alimento sano, seguro y forma parte de los hábitos alimentarios saludables de diversas poblaciones!

 

¿Cómo se originó el mito de las hormonas en la carne de pollo?

Existe un mito arraigado en el acerbo popular respecto del uso de hormonas en la producción avícola. Suponemos que el origen del mito de las hormonas y el pollo está relacionado con un hecho ocurrido en la década de 1950, diez años antes del comienzo de la avicultura industrial.
En aquellos años se usó en Europa un estrógeno sintético denominado dietilestilbestrol (DES), cuya finalidad era “caponizar” (castrar) hormonalmente los pollos machos, para obtener un mayor engorde y una carne más tierna. En aquellas épocas a las hembras se las destinaba a producir huevos.
Este estrógeno sintético se aplicó en varias especies y en avicultura se utilizó en gallitos de más de cien días de edad, que en aquel tiempo y a esa edad no pesaban más de 1,700 kg. Fue una alternativa a la castración quirúrgica que se efectuaba ocasionalmente para lograr aves de 3 kg en 6 meses y carne relativamente tierna. Se lo aplicaba como un implante en el cogote y el consumo de los mismos con residuos de esta hormona sintética por parte de las personas dio origen a un caso aislado de ginecomastia que tuvo difusión en textos de medicina.
Aunque ocurrió hace más de 75 años, la historia se popularizó y aflora esporádicamente, basada principalmente en el desconocimiento de cómo se crían, alimentan y qué base genética tienen los pollos hoy.
En la producción industrial de pollos no se administran hormonas a las aves. El pollo es un animal muy joven que presenta durante todo su periodo de crianza una extraordinaria capacidad de crecimiento. Debido a la edad en la que se faenan los pollos es fisiológicamente imposible que tengan respuesta a la aplicación de hormonas.

Fuente: www.cincap.com.ar